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Simeón Saint-hilaire Valerio

 

Mis conocimientos sobre la reencarnación de las almas los he obtenido por la vía de la lectura racional.  Perdonando la inmodestia diré que no han sido pocos los documentos, libros y folletos que he leído buscando afanosamente la verdad sobre el origen y el destino de las almas.

 

Estoy convencido profundamente de la verdad que expresaré en estos comentarios, y este convencimiento lo tengo porque se que no hay otra vía para armonizar y entender la justeza con que hubo de actuar el creador al enviar a este mundo a unos cojos, a otros mancos, a otros con todos sus miembros, algunos ricos y favorecidos por la aceptación social, mientras que a otros el diario batallar no le alcanza ni para conseguir el sustento diario. Todas estas formas de vidas tienen su explicación y su justeza en la necesidad de expiar los actos del pasado, con la finalidad de hacernos cada vez más puros.

 

Desde tiempos inmemoriales se viene hablando de reencarnación, y como señalan los investigadores, hay muchas sociedades que reconocen este fenómeno como un hecho común y corriente, fundamentalmente en el oriente.  En occidente, por el contrario, la cosa es diferente, aunque no se podría decir que las sociedades occidentales no aceptan tajantemente, la reencarnación como ley natural para la evolución de las almas.  Esto se evidencia en la diversidad de criterios en el pensamiento occidental. Frecuentemente se puede usted encontrar que dentro de la misma iglesia cristiana católica existen individuos que aceptan esta ley.  Claro que al conocerse el espíritu critico con el cual ha sido tratada la ley de reencarnación, el adepto cristiano que la acepta, actúa muy inteligentemente limitándose a no discutir en foros abierto estos conceptos, para no enfrentarse a discusiones estériles que a ningún lugar seguro conducen.

 

En la Biblia, por ejemplo, el concepto de reencarnación está más bien aceptado que enseñado, es decir, no se discute si este elemento es o no es  verdadero, pues se da por hecho tal situación.  Hay varios ejemplos en los que el maestro Jesús le deja entrever a sus discípulos que el renacimiento es necesario para la evolución del espíritu, pues nadie en su estado actual está capacitado para presentarse al Dios creador de todo.

 

Entendemos que basado en el nivel de discusión y demostración al que se ha llegado hoy en día, acerca de la realidad de la reencarnación, no es necesario que tratemos aquí de convencer a nadie.  Muchas son las pruebas presentadas al respecto, desde el razonamiento lógico de la Teosofía, las investigaciones hechas a través del método de la regresión de importantes científicos, hasta las comunicaciones con el más allá,  establecidas por el Espiritismo kardeciano, que han permitido a los espíritus manifestarse  abiertamente  sobre estas y otras cuestiones.

 

Algunas personas dicen que no creen en la reencarnación por el simple hecho de que no le he posible recordar ninguna de las vidas pasadas.  Al respecto es conveniente recordar que el ser humano tiene como característica básica el olvido, nótese por ejemplo que muy pocos son capaces de recordar qué estaban haciendo un día como hoy hace un año, a menos que en esa fecha ocurriera un acontecimiento que impresionara profundadamente el espíritu.

 

Desde luego, en contra de este argumento debemos señalar que hay individuo que en determinados momentos son capaces de recordar aspectos o episodios de sus vidas anteriores; de testimonio como este están repletas las investigaciones realizadas por connotados tratadistas de este tema.  Sin embargo, la opinión general es que el olvido es un premio para el alma que reencarna, dado que, y es lógico, si tenemos que cargar con recuerdos pocos halagüeños durante toda una vida, además de las penurias que se presentan en la vida actual, la situación se haría insoportable para el espíritu.  Por ejemplo, suponga que es usted un alma que busca resolver satisfactoriamente un problema con otra alma, (las dos están encarnada) usted es el hermano de la otra, pero resulta que esa otra, en la vida pasada le hizo mucho daño, si en su presente vida le llegaran esos recuerdos, nunca o casi nunca usted encontraría la forma de llevarse bien con esa persona, ya que siempre estaría yendo al pasado y eso le impediría quererlo como un hermano.  En cambio con el olvido y comenzando una relación nueva, haciendo uso del principio de dar amor sin esperar nada a cambio, usted logrará resolver su situación anterior con buenos resultados para el crecimiento de su alma.

 

No obstante, hay algunos individuos que por su adelanto espiritual, se le permite recordar alguna parte de vidas anteriores sólo con el objetivo de que esto le sirva para la solución de alguna situación, lo cual le permitirá avanzar más rápidamente en el sendero espiritual.

 

¿Por qué reencarnan las almas?  No se crea que reencarnar es un juego al cual el creador expone a sus hijos, nada de eso, se reencarna porque es la manera como borramos los efectos de la ley que hemos violado a través de los diferentes pasos por el plano físico.  Es decir, que no es cuestión de elegir entre reencarnar o no, si tenemos deudas, necesitamos saldarlas y eso solo lo lograremos volviendo a la tierra para comenzar una nueva existencia en cuerpo físico nuevo.

 

Estando en el más allá y una vez conocidas las cargas kámicas que posee el alma, ella misma pide una vida de expiación para lograr saldar la deuda que tiene y que le impiden avanzar en el sendero de la luz.  Esta situación se produce, según los investigadores, cuando se deja el cuerpo físico.  Al pasar a planos superiores el espíritu comprende, porque se le hace saber, que ha cometido graves faltas y que necesita una nueva vida en la tierra en la cual tratará de resolver los diferentes conflictos que provocó y que ahora la llaman para su solución.

 

Nadie, con el estado de desarrollo espiritual que posee en la actualidad, puede presentarse a los ojos del creador, no porque no lo quiera, sino porque el medio divino requiere condiciones que no pueden ser superadas por los espíritus que habitan en la tierra.  Es como si se pidiera al pez que sobreviva fuera del agua, no podría. De la misma manera los espíritus actuales no poseen las condiciones, la limpieza espiritual, la luz, la sabiduría, etc., que demanda el ambiente divino para ser digno de habitar en aquel mundo de bienaventuranzas.  De manera pues que para eso se le pide al alma que vida tras vida, vaya construyendo ese edificio de condiciones, que luego le permitirá pasar al seno del gran espíritu creador y disfrutar de ese maravilloso paraíso del que con tanta alegría hablan los maestros ascendidos.

 

La oposición a la reencarnación tiene sus mayores representantes en aquellas regiones o países donde el catolicismo ha predominado, esto queda claro al conocer las decisiones que tomaron los emperadores romanos de los primeros tiempos del dominio de la iglesia por parte del Estado Romano.  Es altamente conocido que los primeros padres de la iglesia enseñaban la reencarnación como algo normal en la evangelización del individuo, pero una vez la religión cristiana fue llevada a la cúpula del poder político, inmediatamente todas estas cuestiones fueron borradas y sus defensores fueron excomulgados.

 

Naturalmente, el hecho de pensar que la clase poderosa gobernante y con arraigo de superioridad se viera compelida a nacer en un medio paupérrimo y sometido a la obediencia del poder terrenal llevó a soportar la idea de que esto no debía seguirse propagando en el seno del pueblo. Se procedió, desde luego a borrar de las escrituras todo lo que oliera o insinuara la reencarnación.  Todo esto implicó, obviamente, un resurgir de nuevas teorías para explicar la forma como las almas debían salvarse.  Se estableció, entonces lo que se conoce como el perdón de los pecados por vía del arrepentimiento espontáneo del individuo.  Esto fue necesario, pues si ya las almas no iban a reencarnar, como se pretendió, entonces había que proponerle a la gente otra manera de solucionar las violaciones a ley divina.

 

Pero como una cosa piensa el asno y otra el que lo monta, mientras esto sucedía, las almas iban y venían y van y vienen con la misma regularidad de siempre, ajustadas únicamente al plan divino.

 

No obstante, y muy a pesar de que se logró borrar de las sagradas escrituras todo rastro que hablara de la reencarnación, siempre quedó algo, desde luego, hay que tener rasgos de buen investigador para poder descubrir lo poco que quedó y gracias a la interpretación y el razonamiento lógico, y despojados del prejuicio religioso y dogmático, podemos encontrar pruebas de que realmente esta ley fue  contemplada en la Biblia.

 

La reencarnación supone, de hecho, la preexistencia y pervivencia del alma, y además supone la ley del karma (causa y efecto),  palabra esta cuyo origen no es muy común a los occidentales, pero que sin embargo, su uso frecuente la lleva a formar parte de nuestro léxico cotidiano. Estos conceptos que he mencionado no suponen un tratamiento analítico en este trabajo, solo los nombro con la finalidad de dejar constancia de que la reencarnación forma parte de un conglomerado integrado de conocimientos que es preciso dominar para entender los alcances de esta importante ley que permite a la humanidad crecer en espíritu y grandeza para el avance hacia el gran creador.

 

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